A Aristóteles se le
considera, el padre de la Biología. La vida la concibió como alma. Lo que está
vivo es porque tiene alma, consideraba Aristóteles.
Fue un naturalista que
observó el mundo viviente animal y vegetal, describiendo más de 500 especies.
Pero pasó por alto que las semejanzas entre especies podría darle un mismo
origen; es decir, un sentido evolutivo.
Las plantas tienen alma vegetativa que le dan nutrición y
reproducción. Los animales tienen alma
sensitiva confiriéndole nutrición, reproducción, percepción, movimiento y
deseo. Todas estas afirmaciones las hizo Aristóteles basado en la observación y
en el uso de la lógica.
Con respecto a los
humanos, consideró Aristóteles que el alma
racional les confería a estos seres, además de las cualidades otorgadas a
vegetales y animales una muy importante: el razonamiento. Así el humano,
conocido hoy como Homo sapiens, era, según Aristóteles un animal racional.
Indudablemente,
Aristóteles ejerció una gran influencia en muchos aspectos de la cultura
occidental (europea y americana). Como biólogo fue descriptivo, más no
explicativo. Sorprende en Aristóteles que no se le haya ocurrido que los seres
vivos pudiesen estar conectados por vínculos de origen lo que lo hubiese
llevado a la idea de la evolución. Sabido es que Aristóteles hizo una gran
descripción del delfín resaltando su comportamiento social, su respiración
pulmonar, placenta y actividad mamaria
llegando a compararlo con los cuadrúpedos y con el mismo humano. No obstante,
le faltó la chispa del vínculo de origen, semilla de la evolución.
Aristóteles, el
filósofo griego si fuese inmortal tendría ahora 2.398 años. Pero no fue así.
Murió en el año 322 a.C.
En próximos post
escribiremos sobre este tema.
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